
¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir.
Confucio ( Filósofo chino)
Poseemos dos ojos y dos oídos, con los cuales en infinidad de veces, no ocupamos como deberìamos; no vemos ni oímos por el estremecedor ruido que llevamos dentro y el que nos rodea. Por tantas obligaciones y urgencias.
Detener el tiempo y hacernos un espacio, no sería malo para estar presentes, observar en detalle, escuchar y contemplar con placidez.
Tomar el aroma y tocar esa red de elementos “invisibles” de situaciones tan sencillas, que le dan sabor, que sujetan a la vida...a nuestra vida.
Lo que pasa desapercibido delante de nosotros, lo que queda hacia atrás del closet.
Los prismas de la luz, sus colores reflejados en la esfera del día.
Esa brisa que amasa nuestra piel, hasta el sabor que tiene el agua; infaltable elixir.
Solamente, con un ejercicio diario de enfocarnos en lo más simple y pequeño, encontraremos la llave para abrir ese portal. Ahí en donde la mente se tranquiliza y el corazón alcanza el remanso.
No es tan difícil darnos este placer de atender y valorar las cosas más sutiles y más cotidianas. No tenemos que buscar mucho.
De esta manera, descubriríamos en ellas claves vitales. Esas llaves para abrir las puertas que hemos visto cerradas a la tranquilidad y observar los umbrales que nos conducirían al encanto, al gozo, a diseminar sentimientos, a encontrar el sentido de lo que vivimos, a la fortaleza y por supuesto a nuestra plenitud como ser en la tierra y como alma única.
En el momento en que todo se nos oscurece y ya nada nos motiva, hasta la sutil caída de un pétalo de una flor, puede lograr un cambio en nuestro día, aunque suene para algunos tan fácil y lindo, o tan poco tangible, pero por mi experiencia, les digo que no es así.
Un apretón de manos, una sonrisa sincera, una mirada serena, pueden llegar a salvar a un ser perdido en el desamor y en la falta de ilusiones.
Disfrutar al pisar las hojas acumuladas en un parque, jugar con un chiquito sintiéndonos un poco niños.
Botar todas las lágrimas que deseamos botar.
Purificar el corazón buscando el silencio.
Contemplar la hierba como baila con el viento, abrir puertas a los misterios de la existencia, pueden lograr que hallemos el arrullo de lo divino.
Nos pasamos buscando algo extraordinario que nos haga sentir mejor y olvidar nuestras miserias, y no nos damos cuenta que eso extraordinario, está en todo lo que nos rodea, adheriéndose como humedad a nuestra piel.
Silenciar los ruidos, encontrar la fuente de la juventud, encontrar respuestas al dolor, e infinidad de otras cosas para "mejorarnos" y por ende, vivir plenamente, siempre estuvieron más cerca de lo que imaginamos; a nuestro lado, si! Nunca se movieron de nuestro entorno, pero no los vimos.
Por lo que nunca precisaron ser buscados. Perdimos el tiempo, ya que en cada voz que nos habla, en cada piedra, en el silencio, en el oxígeno que respiramos día a día, estuvieron y están las cosas que verdaderamente necesitamos.
Nuestro mayor viaje, no es volar por el espacio de lugar en lugar, de páramo en páramo, de corazón en corazón, de vivencia en vivencia, sino adentrarnos en él, en este preciso momento, en lo leve, en lo sutil a lo aparentemente microscópico e insignificante...ahí está la gran transformación de la vida.
Los excesos, el ritmo precipitado de vida, la competencia poco sana, el gusto por las emociones fuertes, el hacer y tener más y más dinero y especies.
El perder el valor de la sencillez, hasta la pérdida de cierta inocencia que debemos resguardar en nuestro corazón, son los motivos desencadenantes que provocan el cierre de esas puertas y no poder conectarnos con la experiencia del alma.
Y ahora me pregunto: ¿ para qué anhelar tantas cosas vanas, si finalmente cuando tengamos que partir de acá, sólo nos llevaremos, nuestra alma, ni siquiera nuestros huesos?
Es importante pensarlo...
Sin embrago, todavía hay tiempo de detenerse para aquellos que corren tras esas “metas”, en la carrera de la vida y lograr caminar pausadamente para juntar fuerzas y luchar por lo que nutre la esencia.
“Habiendo vida , todo se puede”.
Todo lo valioso es sencillo...
Un grano de trigo màs otros, nos dan el pan de cada día.
Las hojas de los árboles, nos regalan el oxígeno.
La cruz de madera ensangrentada, nos hizo volver a la vida.
Entonces pensemos: ¿Cuál es el camino que nos llevará a lo esencial?
Muchos de nosotros ante la imposibilidad de entrar en contacto con el agua de vida, nos transformamos hasta en energúmenos en ocasiones; es fuerte pero, ocurre.
Nos volvemos astutos, escépticos, pensando que seremos vulnerables y poco inteligentes al tratar de intuir en nuestra vida algo más allá de las imágenes materiales; algo más allá de la presencia intangible que hace su nido detrás de cada ser.
La sencillez nos vestirá de grandeza, pero una grandeza de espíritu.
Nos llevará a valorar la inmensidad de lo pequeño que es con toda certeza lo esencial para vivir una real y hermosa vida.
Agualuna
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